Obispos de la Región Patagonia-Comahue
“Sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”. (Mt.28,20)
Queridos hermanos y hermanas: ¡¡¡Muy feliz Pascua!!!
Jesús Resucitado nos saluda con esta buena noticia: “Sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo”.
Queremos comenzar nuestro mensaje, con estas palabras finales del evangelio de Mateo, que en este tiempo Pascual, nos siguen alentando y sosteniendo como en aquel momento a los discípulos. El Resucitado, Jesús, al que habían visto Crucificado y que volvía a la casa del Padre (Lc.24,52) para sentarse a su derecha, no los dejaba, no los abandonaba, sino que les regalaba una nueva cercanía que los colmaría de serenidad y confianza, aún en medio de las adversidades, dificultades y persecuciones que iban a pasar. ¡No perdieron la Esperanza! ¡El Señor seguía con ellos!
Acabamos de concluir el tiempo Cuaresmal, cuarenta días de preparación para la fiesta central de nuestra Fe. Ese número cuarenta no fue elegido al azar. Cuarenta fueron los días del diluvio (Gn 6,9). Cuarenta años, la marcha del pueblo judío por el desierto (Éxodo). Cuarenta días, Moisés en el Sinaí, para recibir las tablas de la ley (Ex 34,28). Cuarenta días estuvo el profeta Elías en la montaña del Horeb (1 Re 19). Cuarenta días pasó Jesús en el desierto antes de
comenzar su vida pública (Mt 4). Durante cuarenta días Jesús les dio pruebas de que estaba vivo y les habló del Reino. (Hc.1,3).
Recogiendo el significado de esos hechos, podemos decir que, también para nosotros, como después del diluvio, este momento de nuestra historia ha de ser un tiempo nuevo y de recreación; un camino que nos haga salir de la esclavitud a la libertad como lo fue para el pueblo de Israel al salir de Egipto; un tiempo donde no falte el silencio, la oración y la reflexión como el que vivió Moisés; como Elías volver siempre a optar caminar con otros, juntos, para no caer en la frustración; con la luz que nos da el Señor no caer en las tentaciones del poder, tener y placer; y en este tiempo pascual, renovar nuestra alianza de comunión, confianza y amor con Jesús “el camino, la verdad y la vida”.
Mirando el número cuarenta y asomándonos a lo que significa, nos permitimos incluir otro “cuarenta” más, por el que el Señor quiere hablarnos al pueblo argentino: el 40 aniversario de vida democrática ininterrumpida, sumando también el derecho de un pueblo que este año se expresará en las elecciones.
¿Podrán estos mensajes ser asumidos para poder caminar en la esperanza?
Algo hay oculto en la fibra de nuestro ‘ser argentino’ que nos anima a soñar esa ´posibilidad´. Una muestra ha sido ‘el triunfo del mundial y la ya famosa scaloneta’. Por un momento, un día o varios, sentirnos pueblo unido sin grietas, con un solo color, la de la celeste y blanca, sin partidismos e ideologías que nos fragmentan, confrontan y violentan. Por un momento respiramos ‘el gusto espiritual de ser pueblo’, al decir del Papa Francisco. Reconocernos cercanos y hermanos bajo un mismo sentir y una misma pasión, haber sufrido juntos (y vaya si lo sufrimos desde el comienzo hasta el final). Hay una identidad profunda que esconde una fuerza de unidad, de bien común, de alegría compartida, de gratuidad, ¿cómo no aprovecharla?
El Papa Benedicto XVI, a quien recordamos agradecidos nos decía: ‘La «ciudad del hombre» no se promueve sólo con relaciones de derechos y deberes sino, antes y más aún, con relaciones de gratuidad, de misericordia y de comunión’ (CiV.6) “Un cambio en las estructuras sin generar nuevas convicciones y actitudes dará lugar a que esas mismas estructuras tarde o temprano se vuelvan corruptas, pesadas e ineficaces” (Francisco EG.189)
Cuarenta años de democracia no han sido fáciles: tiempos de celebraciones y festejos, encuentros y desencuentros, de quejas, desconfianzas y enojos, conflictos, sufrimientos, crisis, divisiones y enfermedades. Y como ese pueblo que caminó en el desierto en busca de una tierra que ‘manaba leche y miel‘ y perdía muchas veces el entusiasmo, la credibilidad en el Dios que buscaba su bien, haciéndose un Dios a su medida, idolatrando el famoso becerro de oro, también nosotros como pueblo pasamos por estas tentaciones y oscuridades. Pero como ellos, sólo caminando juntos, escuchando más hondo al Dios que los guiaba llegaron a su tierra.
“Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos faltará su ayuda para cumplir la misión que nos encomienda. Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Es verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto… Cada día en el mundo renace la belleza, que resucita transformada a través de las tormentas de la historia. Los valores tienden siempre a reaparecer de nuevas formas, y de hecho el ser humano ha renacido muchas veces de lo que parecía irreversible. Ésa es la fuerza de la resurrección” (EG.275/6).
Cada uno de nosotros, podemos ser protagonistas de una fuerza de vida. No nos dejemos robar la esperanza, ni tampoco nuestra historia, nuestras raíces y principios, nuestra cultura, nuestros bienes comunes. Que nos animemos a pasar del simple deseo de ser Nación, a construir la Nación que queremos. Y quienes acudamos a las urnas en este año, aspiremos a ser ciudadanos responsables de cumplir los propios deberes, al mismo tiempo que reclamamos los propios derechos. Respetuosos del vecino, optando siempre por la no violencia, capaces de realizar bien el propio trabajo, contribuyentes honestos de tributos y servicios, exigentes de la buena administración de los mismos, incapaces de doblegarnos ante las dádivas partidarias, incrédulos ante las vanas promesas de los políticos, críticos de nosotros mismos y de las autoridades que elijamos.
¡Cuánto por construir aún! La fe en el Señor Resucitado presente y vivo entre nosotros, no nos deja bajar los brazos. Que María Auxiliadora, patrona de nuestra Patagonia, siempre cerca, que camina con nosotros, lucha con nosotros, nos ayude a comprender la fuerza del Amor de Dios.
¡¡¡ FELIZ Y FECUNDA PASCUA!!!
Alejandro Benna (Obispo de Alto Valle del Río Negro); Jan Branco (Administrador Diocesano de San Carlos de Bariloche); Fernando M. Croxatto (Obispo de Neuquén); Jorge García Cuerva (Obispo de Río Gallegos); Joaquín Gimeno Lahoz (Obispo de Comodoro Rivadavia), Esteban M. Laxague, sdb (Obispo de Viedma); José Slaby, c.ss.r. (Obispo de la Prelatura de Esquel); Roberto P. Álvarez (Obispo Auxiliar de Comodoro Rivadavia); Fabián González Balsa (Obispo Auxiliar de Río Gallegos); Virginio Bressanelli scj (Obispo emérito de Neuquén); Néstor H. Navarro (Obispo emérito de Alto Valle del R.N.); Juan Carlos Romanín, sdb (Obispo emérito de Río Gallegos).