El 4 de junio falleció el padre Antonio Mateos, misionero salesiano en estas tierras del Neuquén. Ante su partida, alguien dijo: «si buscan en la escultura del bautismo de Jesús en el Vía Christi de Junín de los Andes, es al p. Mateo (como lo llamaban) a quien le brota el agua de su corazón, signo de que fue el gran bautizador de la zona».
Compartimos la carta de despedida del p. Martín Gotlle a su antecesor en la Iglesia de Las Coloradas
«Padre, se sirve unos matecitos.» -«Como no», respondía, «desde que nací Mateo». Tenía un humor corto y seco, pero siempre oportuno. Un gran servidor de Dios y del Pueblo Mapuche. Un día me decía: «Yo solo hago lo que la gente me pide. Que nunca puedan decir que vine a imponer algo.»
Y así fue la presencia pastoral del P. Antonio Mateos. Si le pedían misa él hacía misa, si le pedían bautismo él hacía bautismo, y si le pedían llevar una bolsa de papa o de harina a la casa, él ponía en marcha su camioneta. Muchas veces lo vi cargar los bultos de otros a su camioneta, y hacer un viaje especial para algún puesto por ahí.
Y de esta forma, en sus más de 40 años de presencia misionera -no solamente en la zona de Junín, sino en los parajes cerca de Piedra del Águila, de Las Coloradas, de Aluminé, prácticamente en toda la zona sur de la Provincia de Neuquén- él hacía miles de «gauchadas» a una cantidad muy grande de familias. De los antiguos pobladores de aquellos años, quién no habría viajado en la camioneta del P. Antonio Mateos, acompañado por sus perros, Lobito y Diana, que siempre lo acompañaban.
Para mí, el P. Antonio Mateos fue un maestro de espiritualidad y reflexión muy profundo. Me acuerdo de aquel mayo en el año 1984, cuando Don Jaime me propuso acompañar a este misionero y cómo nos habíamos quedado encerrado en la nieve en Piedra del Águila. Le habían dicho que las rutas estaban cerradas, pero al otro día Mateo ponía las cadenas a la camioneta y salimos rumbo a Junín de los Andes.
El viaje era una verdadera aventura, en parte no se veía por donde iba la ruta, pero el P. Antonio seguía y llegamos bien. Al otro día seguimos para Malleo, salimos a pie a visitar familias. Llegamos al final de día a la Costa del Malleo, donde visitamos a su amigo don Octavio Painefilú y nos alojamos allí. Con qué cariño y aprecio lo recibían en todos lados.
Acompañando al P. Antonio Mateos llegué en aquel año 1984 por primera vez al pueblito de Las Coloradas, lugar donde hoy resido. La vida y el testimonio misionero del P. Antonio Mateos me marcaron y me impactaron. Era un hombre valiente, luchador, coherente, servidor. También fue perseguido. El primero de diciembre de 1975 lo llevaron preso en el denominado Allanamiento de Malleo, un operativo militar donde buscaban supuestos guerrilleros.
Él mismo me contaba después con un pizca de humor y picardía que los militares se habían llevado su biblioteca -a él le gustaba mucho leer y no había perdido la costumbre de estudiar- y le secuestraron como prueba de su supuesta actividad subversiva un libro con el título La Revolución del Automóvil, y se reía del hecho.
Y en sus contadas siempre recordaba cómo Don Jaime le había salvado la vida. El avión que tenía que llevar a los presos políticos a Bahía Blanca se había roto y Don Jaime de Nevares se había plantado insistentemente en los cuarteles de Neuquén y no aflojaba hasta que quedaba en libertad el P. Antonio Mateos y los docentes secuestrados, el día 8 de diciembre de 1975.
Qué triste que al P. Antonio Mateos, que durante tantos años sirvió a innumerables familias, sobre todo del pueblo Mapuche, lo echaron del Malleo como a un perro, también lo calumniaron públicamente en algunos medios de comunicación.
Él no respondía, nunca se quiso defender. Solamente se fue. Así era «Mateo». Un gran discípulo de Jesús, un hombre fiel a Dios y al pueblo. Seguramente ahora estará con Don Jaime, con Francisco Calendino, Renzo Baldo, Lucio Sabatti, Marcelo Melani, y tantos otros hermanos de su congregación salesiana, mateando en el Reino de Dios. Que en Paz descanses, P. Antonio Mateos.